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Misterios Dolorosos

Primer Misterio Doloroso

La Oración de Jesús En El Huerto:  Mateo 26: 30-75

Segundo Misterio Doloroso

La Flagelación Del Señor:  Juan 18, 28-40 - 19, 1

Tercer Misterio Doloroso

La Coronación De Espinas: Juan 19, 2-16

Cuarto Misterio Doloroso

Jesús Con La Cruz a Cuestas: Juan 19: 17-27

Quinto Misterio Doloroso

La Crucifixión Y Muerte De Nuestro Señor Jesucristo: Lucas 23, 33-48

Primer Misterio Doloroso

La Oración de Jesús En El Huerto

Mateo 26: 30-75

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"Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: “Todos ustedes caerán esta noche: ya no sabrán qué pensar de mí. Pues dice la Escritura: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea.”

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Pedro empezó a decirle: “Aunque todos tropiecen, yo nunca dudaré de ti.” Jesús le replicó: 'Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.” Pedro insistió: “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré”. Y los demás discípulos le aseguraban lo mismo.

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Llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí, mientras yo voy más allá a orar.”

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Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Y les dijo: “Siento una tristeza de muerte. Quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos.”

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Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: 'Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” Volvió donde sus discípulos, los halló dormidos; y dijo a Pedro: “¿De modo que no pudieron permanecer despiertos ni una hora conmigo?” Estén despiertos y recen para que no caigan en la tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil.

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De nuevo se apartó por segunda vez a orar: “Padre, si esta copa no puede ser apartada de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.” Volvió otra vez donde los discípulos y los encontró dormidos, pues se les cerraban los ojos de sueño. Los dejó, pues, y fue de nuevo a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras.

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Entonces volvió donde los discípulos y les dijo: “¡Ahora pueden dormir y descansar! Ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores ¡Levántense, vamos! El traidor está a punto de llegar.” 

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Estaba todavía hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce. Iba acompañado de una chusma armada con espadas y garrotes, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías. El traidor les había dado esta señal: “Al que yo dé un beso, ése es; arréstenlo.” Se fue directamente donde Jesús y le dijo: “Buenas noches, Maestro.” Y le dio un beso. Jesús le dijo: 'Amigo, haz lo que vienes a hacer. Entonces se acercaron a Jesús y lo arrestaron.

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Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al sirviente del sumo sacerdote, cortándole una oreja. Entonces Jesús le dijo: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada perecerá por la espada. ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? Pero así había de suceder, y tienen que cumplirse las Escrituras.”

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En ese momento, Jesús dijo a la gente: “A lo mejor buscan un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y palos. Yo sin embargo me sentaba diariamente entre ustedes en el Templo para enseñar, y no me detuvieron. Pero todo ha pasado para que así se cumpliera lo escrito en los Profetas.” Entonces todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron.

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Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los maestros de la Ley y las autoridades judías.

Pedro lo iba siguiendo de lejos, hasta llegar al palacio del sumo sacerdote. Entró en el patio y se sentó con los policías del Templo, para ver en qué terminaba todo.

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Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús, para poderlo condenar a muerte. Pero pasaban los falsos testigos y no se encontraba nada. Al fin llegaron dos que declararon: “Este hombre dijo: Yo soy capaz de destruir el Templo de Dios y de reconstruirlo en tres días.”

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Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y preguntó a Jesús: “¿No tienes nada que responder? ¿Qué es esto que declaran en contra tuya?” Pero Jesús se quedó callado. 

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Entonces el sumo sacerdote le dijo: “En el nombre del Dios vivo te ordeno que nos contestes: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?” Jesús le respondió: “Así es, tal como tú lo has dicho. Y yo les digo más: a partir de ahora ustedes contemplarán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Todopoderoso, y lo verán venir sobre las nubes del cielo.”

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Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas, diciendo: “¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos más testigos? Ustedes mismos acaban de oír estas palabras blasfemas. ¿Qué deciden ustedes?” Ellos contestaron: “¡Merece la muerte!”

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Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, mientras otros lo golpeaban diciéndole: “Mesías, ¡adivina quién te pegó!”

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Mientras Pedro estaba sentado fuera, en el patio, se le acercó una sirvienta de la casa y le dijo: “Tú también estabas con Jesús de Galilea.” Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé de qué estás hablando.”

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Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: “Este hombre andaba con Jesús de Nazaret.”

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Pedro lo negó por segunda vez, jurando: “Yo no conozco a ese hombre.”

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Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: “Sin duda que eres uno de los galileos: se nota por tu modo de hablar.” Entonces Pedro empezó a proferir maldiciones y a afirmar con juramento que no conocía a aquel hombre. Y en aquel mismo momento cantó un gallo.

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Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: 'Antes de que cante el gallo me negarás tres veces'. Y saliendo fuera, lloró amargamente." 

Segundo Misterio Doloroso

La Flagelación Del Señor

Juan 18, 28-40 a 19, 1

"Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al tribunal del gobernador romano. Los judíos no entraron para no quedar impuros, pues ése era un lugar pagano, y querían participar en la comida de la Pascua. Entonces Pilato salió fuera, donde estaban ellos, y les dijo: "¿De qué acusan a este hombre?"

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Le contestaron: "Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.” Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo según su ley.” Los judíos contestaron: "Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.”

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Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir.

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Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?” Pilato respondió: "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?"

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Jesús contestó: "Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.”

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Pilato le preguntó: "Entonces, ¿tú eres rey?" Jesús respondió: "Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz. Pilato dijo: "¿Y qué es la verdad?" 

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Dicho esto, salió de nuevo donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún motivo para condenar a este hombre. Pero aquí es costumbre que en la Pascua yo les devuelva a un prisionero ¿Quieren ustedes que ponga en libertad al Rey de los Judíos?" Ellos empezaron a gritar: "¡A ése no! Suelta a Barrabás. Barrabás era un bandido.

Entonces Pilato tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado."

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Tercer Misterio Doloroso

La Coronación De Espinas

Juan 19, 2-16

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"Los soldados hicieron una corona con espinas y se la pusieron en la cabeza, le echaron sobre los hombros una capa de color rojo púrpura y, acercándose a él, le decían: "¡Viva el rey de los judíos!" Y le golpeaban en la cara.

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Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, se lo traigo de nuevo fuera; sepan que no encuentro ningún delito en él.” Entonces salió Jesús fuera llevando la corona de espinos y el manto rojo. Pilato les dijo: "Aquí está el hombre.”

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Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!" Pilato contestó: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no encuentro motivo para condenarlo.” Los judíos contestaron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, pues se ha proclamado Hijo de Dios.”

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Cuando Pilato escuchó esto, tuvo más miedo.

Volvió a entrar en el palacio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Pero Jesús no le contestó palabra. Entonces Pilato le dijo: "¿No me quieres hablar a mí? ¿No sabes que tengo poder tanto para dejarte libre como para crucificarte?” Jesús respondió: "No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto. Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.”

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Pilato todavía buscaba la manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo dejas en libertad, no eres amigo del César: el que se proclama rey se rebela contra el César. Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús al lugar llamado el Enlosado, en hebreo llamado Gábbata, y lo hizo sentar en la sede del tribunal.

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Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey.” Ellos gritaron: "¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!" Pilato replicó: "¿He de crucificar a su Rey?" Los jefes de los sacerdotes contestaron: "No tenemos más rey que el César. Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran."

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Cuarto Misterio Doloroso

Jesús Con La Cruz a Cuestas

Juan 19: 17-27

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"Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando con su propia cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario (o de la Calavera), que en hebreo se dice Gólgota. Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado y en el medio a Jesús.

Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba escrito: "Jesús el Nazareno, Rey de los judíos.” Muchos judíos leyeron este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba muy cerca de la ciudad. Además estaba escrito en hebreo, latín y griego.

 

Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pilato: "No escribas: "Rey de los Judíos", sino: "Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”. Pilato contestó: "Lo que he escrito, escrito está.”

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Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron: “No la rompamos, echémosla más bien a suerte, a ver a quién le toca.” Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados.

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Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa."

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Quinto Misterio Doloroso

La Crucifixión Y Muerte De Nuestro Señor Jesucristo

Lucas 23, 33-48

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"Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. (Mientras tanto Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”) Después los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suerte.

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La gente estaba allí mirando; los jefes, por su parte, se burlaban diciendo: "Si salvó a otros, que se salve a sí mismo, ya que es el Mesías de Dios, el Elegido. También los soldados se burlaban de él. Le ofrecieron vino agridulce diciendo: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.” Porque había sobre la cruz un letrero que decía: "Este es el rey de los judíos."

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Uno de los malhechores que estaban crucificados con Jesús lo insultaba: "¿No eres tú el Mesías? ¡Sálvate a ti mismo y también a nosotros.” Pero el otro lo reprendió diciendo: "¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?" Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho, pero éste no ha hecho nada malo. Y añadió: "Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino.” Jesús le respondió: "En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso.

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Hacia el mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde.

En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y dichas estas palabras, expiró.

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El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: "Realmente este hombre era un justo.” Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho."

 

Juan 19: 31-37

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"Como era el día de la Preparación de la Pascua, los judíos no querían que los cuerpos quedaran en la cruz durante el sábado, pues aquel sábado era un día muy solemne. Pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas a los crucificados y retiraran los cuerpos. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua."

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