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EL ROSARIO DE MARIA MEDITADO

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El Rosario de María es una práctica dada a Santo Domingo en el año 1208 por la Virgen Santísima en la cual se realizan una serie de oraciones vocales mientras se enuncian y meditan los misterios de la vida de Jesús. El rosario, visto físicamente, es una cadena de cuentas que nos permite llevar inventario de nuestra oración recitada, haciendo del acto de oración un acto tangible y concreto en el tiempo. 

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El Rosario, este instrumento que parece tan sencillo a simple vista, puede ser una vía poderosísima de contemplación y de gracia Divina. Si el Rosario incluyese sólo la recitación de la oraciones del Ave María, los Padre Nuestros y Glorias, ya tendría valor intrínseco en sí mismo ya que las palabras que comprenden estas oraciones son Divinamente inspiradas, y son de invocación y alabanza a Dios Trino y Uno y de súplica a María por su intercesión. Sin embargo existe otro nivel aún más elevado y provechoso de hacer el Rosario de María, que ocurre cuando a la repetición vocal se une la meditación deliberada de los misterios de la vida de Jesús. 

Este Rosario “Meditado”, no se enfoca tanto en la visualización de las palabras de la oración vocal, sino que utiliza las palabras del Ave María como un "mantra" para acaparar nuestros sentidos, tan propensos a la distracción, a través de la acción repetitiva de la recitación y el paso táctil de las cuentas, y deja a su vez en nuestra mente sólo el espacio necesario para abrirse a la meditación del misterio de la vida de Jesús que se está considerando. Para ayudar en la meditación se leen los pasajes bíblicos completos que contemplan estos misterios. 

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Es allí donde ocurre el milagro. Domesticados los sentidos, y con el intelecto y la voluntad enfocados en las lecturas bíblicas de cada misterio, el alma puede elevarse, por intercesión de la Virgen Santísima a quien rogamos su asistencia a través de las palabras de la oración vocal, a las alturas de la contemplación. Es allí donde el Espíritu Santo, por gracia Divina, toca nuestra mente y nuestros corazones para observar, saborear y comprender la profundidad del misterio del amor infinito de Dios; para permitirnos conocer su mente y su corazón; para quedar abrumados con su plan de salvación. Para conocer de cerca a Jesús, hombre verdadero y Dios verdadero, y entender el significado de su sufrimiento y nuestro sufrimiento. Para amar con locura a ese Dios, Trino y Uno que se revela. Ese Dios que está grabado y que hace arder el corazón de María, la Llena de Gracia, y que maternalmente se desvela por dárnoslo a conocer.

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Hacer el Rosario de María así meditado transforma inexorablemente las vidas de quienes lo practican. Convierte los corazones de piedra en corazones de carne, y nos atrae las gracias necesarias para entrar en amistad con Dios, gracias necesarias para nuestra salvación eterna. Infunde en el alma el dolor por el pecado por las las ofensas propias y ajenas hechas a Dios, y el deseo de vivir en santidad.

 

LAS PALABRAS DEL "AVE MARIA" Y SU SIGNIFICADO

Las palabras son conjuros y tienen poder, y especialmente cuando esas palabras vienen de lo alto. Las palabras del Ave María con poderosas porque son de origen Divino, unas pronunciadas por el angel Gabriel a María y las otras inspiradas por el Espíritu Santo a Santa Isabel. 

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"Ave, Llena De Gracia"

La primera parte del Ave María es el saludo con que el Ángel Gabriel, mensajero de Dios mismo, le anuncia a María que iba a ser madre de su Divino Hijo. En estas palabras el ángel llama a María con un nombre nuevo para ella: "Llena de Gracia". Al repetir estas palabras nosotros, entendemos que ella tiene un lugar privilegiado en el corazón de Dios y que por su misión como madre de Jesús es co-partícipe del plan de Dios en la salvación de la humanidad. Que el Dios Trino y Uno, por la santidad de María, no pone reservas a su intercesión, y que es Su voluntad que ella sea mediadora y co-administradora de las riquezas del Esposo.

 

"El Señor Es Contigo"

Estas palabras del ángel Gabriel son de amorosa intimidad pero también anuncian el lugar de María de entre todas las criaturas humanas como vaso perenne y sagrado del Espíritu Santo, como embajadora misma del Dios Vivo. Donde María está, Dios está.

 

"Bendita Eres Entre Las Mujeres, Y Bendito Es El Fruto De Tu Vientre"

Esta es la expresión de Santa Isabel, prima de la Virgen María, al oír el saludo de María. Estas palabras que Isabel expresa llena del Espíritu Santo escapan de su boca al entender inmediatamente que es María quien da cumplimiento a la promesa de Dios de enviar a su Mesías. Al repetirlas, alabamos y glorificamos a Jesús, nuestro Salvador, encarnado en su vientre.  

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La segunda parte del Ave Maria, o el Santa María, evolucionó en la iglesia a través de los siglos y es es una oración de invocación y súplica a nuestra Madre del cielo.

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“Santa María, Madre De Dios”

Con esta frase invocamos a María como Madre de Dios. El título de Madre de Dios es tan antiguo como la iglesia misma, que desde sus inicios la reconoce con este título y luego los establece formalmente como dogma en el Concilio de Efeso en el siglo V. El dogma de la maternidad divina consiste en que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a luz a Jesucristo, el Hijo de Dios.

 

“Ruega Por Nosotros, Pecadores”

Con esta frase rogamos a María por su intercesión reconociendo humildemente la realidad de nuestra debilidad y naturaleza humana, que sin la gracia de Dios nada puede. 

 

“Ahora,”

María tiene una sensibilidad especial a nuestras necesidades tanto espirituales como materiales. Al ponernos en sus manos le damos permiso para que cuide de nosotros como hijos suyos, y ese cuidado se hace sentir a través de su poderosa intercesión, que se manifiesta no solo en abundantes gracias de conversión, sino también en su protección física y temporal, como logró de Jesús que supliera las necesidades de la pareja que en su propia boda se había quedado sin vino para sus invitados, apremiando a Jesús a que obrase su primer milagro público de convertir el agua en vino. 

 

“Y En La Hora De Nuestra Muerte, Amén”

María estuvo a los pies de Jesús durante su agonía y muerte y conoce a fondo la importancia de este momento gravísimo: el momento de nuestra muerte. Es el momento en que se quita el velo del cuerpo físico para abrir nuestros ojos a la plenitud de la verdad. El momento en el que nos enfrentamos a ver nuestra vida y cada una de nuestras decisiones a lo largo de esta, y las consecuencias de esas decisiones y acciones en nosotros mismos y en otros. El momento donde entendemos los infinitos y amorosos acercamientos de Dios, y nuestra respuesta de recepción o de rechazo a ese amor.

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Liberada el alma de las limitaciones físicas y temporales, con plena percepción de la naturaleza de Dios y su propia naturaleza espiritual, su voluntad quedará fija en aquello que elige en el momento de la muerte, sea el rechazo de Dios o arrepentimiento y confianza en su Misericordia.

Si hemos llevado una vida de rechazo a Dios o nos encontramos en pecado mortal será más difícil arrepentirse y confiar en la misericordia de Dios porque el alma en pecado mortal busca esconderse de Dios, así como Adán en el jardín del Edén después de haber desobedecido. Por esta razón ella misma buscará el alejamiento definitivo e inexorable de Dios, lanzándose a su propia condenación eterna.

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Es por eso que la hora de nuestra muerte requiere de gracias especiales, porque es un momento decisivo, del que pende nuestra alegría eterna o vivir eternamente privados de Dios. Y qué gracias puede conseguirnos María para asegurar que ese paso nos garantice estar con Dios? Gracias de conversión. Gracias de recepción de los sacramentos antes de morir. Gracias para soportar nuestros últimos sufrimientos y ofrecerlos en sacrificio a Dios. María como Madre de cada uno de nosotros, abogada y mediadora de todas las gracias desea y puede conseguirlas para nosotros porque le importa la salvación eterna de cada uno de sus hijos y quiere que todos vivamos en presencia de su Hijo Jesús, tanto en esta vida como en la que viene. Procurarnos desde ya la intercesión de María en el momento de nuestra muerte puede ser la decisión más inteligente de nuestra vida.

PROMESAS DEL SANTO ROSARIO​

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La Virgen reveló las siguientes promesas a Santo Domingo (el santo a quien le fue dado el rosario por primera vez) y más tarde al Beato Alan de la Roche (quien reimpulsó la devoción):

 

1. Quien reza constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.

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2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.

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3. El rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.

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4. El rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.

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5. El alma que se me encomiende por el rosario no perecerá.

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6. El que con devoción rece mi rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna.

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7. Los verdaderos devotos de mi rosario no morirán sin los sacramentos.

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8. Todos los que rezan mi rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.

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9. Libraré bien pronto del purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.

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10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.

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11. Todo cuanto se pida por medio del rosario se alcanzará prontamente.

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12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

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13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.

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14. Los que rezan rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi unigénito Jesús.

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15. La devoción al rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.

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